Cualquiera sea el futuro que nos depare —y pocas veces presenta tantas promesas y tantos peligros como ahora— Trump y su equipo de seguridad nacional pusieron en marcha muchos mecanismos la semana pasada.
El país encontró “sabotaje deliberado” pero no continuó la investigación para descubrir quién fue el responsable. Es el segundo aliado de Estados Unidos en el último mes que pone fin a una investigación sobre las explosiones del oleoducto.
La idea de que el alto mando de Ucrania tuviera la capacidad o la audacia de ejecutar la compleja y arriesgada empresa de volar los oleoductos sin involucrar a los estadounidenses es una creencia de mendigos, escribe Jonathan Cook.
Si la máquina de guerra es la única responsable de poner controles a su política arriesgada nuclear, entonces no hay controles reales sobre la política arriesgada nuclear de la máquina de guerra.
El editor de WikiLeaks sólo es culpable de una cosa, escribe James Bovard: violar el derecho divino del gobierno estadounidense de vendar los ojos al pueblo estadounidense.
El presentador de Fox News pagó el precio porque intentó lo imposible: cruzar la división entre los medios corporativos y el periodismo crítico, escribe Jonathan Cook.
Sólo Brasil y China se unieron a Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU para votar a favor de la resolución de Moscú que pedía una investigación de la ONU sobre el sabotaje de los oleoductos Nord Stream. La medida no logró obtener los nueve votos necesarios para su adopción.
El veterano periodista de investigación escribe que los funcionarios de la administración Biden han estado alimentando a la prensa con historias falsas para “proteger a un presidente que tomó una decisión imprudente y ahora miente al respecto”.
La inteligencia estadounidense se apresuró a filtrar información sobre la investigación alemana al New York Times. Da la clara impresión de que el verdadero culpable está nervioso por el trabajo de investigación de Seymour Hersh.