Las economías de Europa occidental están siendo realineadas en pie de guerra, lideradas por la totalmente transformada Unión Europea, cuyos líderes ahora están canalizando un odio hereditario atávico hacia Rusia.
Los canales de comunicación de Washington con Moscú se han abierto de par en par, escribe el diputado Bhadrakumar, como lo deja claro la reunión rápidamente organizada entre Rubio y Lavrov el martes.
Cualquiera sea el futuro que nos depare —y pocas veces presenta tantas promesas y tantos peligros como ahora— Trump y su equipo de seguridad nacional pusieron en marcha muchos mecanismos la semana pasada.
No era difícil prever que quienes planifican y ejecutan la política exterior estadounidense, carentes de toda imaginación y de cualquier cosa remotamente parecida al coraje, serían incapaces de una transición ordenada hacia un orden mundial multipolar.
Dada su falta de información sobre el acuerdo Ucrania-Rusia frustrado por Boris Johnson al comienzo de la guerra, muchos estadounidenses se inclinarán a creer las afirmaciones libres de evidencia de Biden en el debate de CNN de la semana pasada.
El enfoque neoconservador hacia Rusia, delirante y arrogante desde el principio, está en ruinas, escribe Jeffrey Sachs. Biden debe trabajar con Putin para lograr la paz.
Estados Unidos y la OTAN están jugando a la gallina con Rusia por Ucrania y nadie tiene un pie cerca del pedal del freno. Ni siquiera lo están mirando.