Cientos de millones de personas, desde las Américas hasta China, han sido asesinadas o sometidas para que una pequeña parte del mundo —el Atlántico Norte— pudiera enriquecerse. Eso es una locura.
Los acontecimientos ocurridos durante el gobierno de Obama probablemente indiquen cómo volverán a funcionar las cosas si el ataque a las fuerzas sirias continúa durante más de unas pocas semanas.
La prensa del establishment actuó de manera concertada para asesinar el carácter del fundador de WikiLeaks, haciendo respetable odiarlo, escribe Jonatahn Cook.
Dado el historial de autoritarismo estadounidense, Nat Parry dice que no es sorprendente que los llamados de los demócratas a resistir la dictadura entrante de Trump suenen vacíos para muchos estadounidenses.
John Kiriakou, quien denunció el programa global de tortura de la CIA, reflexiona sobre la impunidad que rodea a los líderes estadounidenses que autorizaron crímenes contra la humanidad y dejaron en el limbo los juicios de los acusados del 11 de septiembre.
Existe un patrón de arrepentimiento –distinto del remordimiento– por el militarismo de riesgo que fracasó en Afganistán e Irak, escribe Norman Solomon. Pero el desorden persiste en la política exterior estadounidense.
Llámelo el nuevo aislacionismo estadounidense, escribe William J. Astore. Sólo que esta vez el país –aunque está orgulloso de su ejército “excepcional”– está aislado de los desgarradores y horrendos costos de la guerra misma.
Cada año que pasa, surgen más detalles sobre los programas de tortura de Washington, escribe Karen J. Greenberg. Pero mucho permanece oculto mientras el Congreso y los responsables políticos estadounidenses se niegan a abordar las irregularidades.
Veamos cómo responden los europeos cuando se les dice que sus dividendos de paz se gastarán en lo sucesivo en maquinaria de guerra, cuando ahora son “obuses en lugar de hospitales”, como dice un artículo del New York Times.