La necesidad de un equipo de este tipo habla del fracaso a la hora de revertir las condiciones (incluidas las sanciones estadounidenses) que desplazan a las personas en primer lugar, escribe Phyllis Bennis.
Los medios occidentales parecían tan ansiosos como el gobierno de Estados Unidos por socavar las elecciones en Venezuela y generar conflictos políticos, escribe Alan MacLeod.
Algunas de las naciones que se han unido para defender la Carta de la ONU –particularmente Rusia y China– han brindado a Venezuela alternativas al sistema financiero y comercial dominado por Estados Unidos, escribe Vijay Prashad.
La disminución de la influencia diplomática estadounidense en Medio Oriente refleja no sólo las iniciativas chinas, escribe Juan Cole, sino también la incompetencia, la arrogancia y el doble juego de Washington durante tres décadas en la región.
Dos palabras –democracia y autocracia– han recibido un nuevo nacimiento en Occidente a medida que Estados Unidos abraza la idea de una secuela de la Guerra Fría, dice Michael Brenner. Las implicaciones son profundas.
A Estados Unidos le interesa salvaguardar los beneficios del capital monopolista, que lleva a los políticos de Washington en sus bolsillos como si fueran monedas sueltas, escribe Roger McKenzie.
Estados Unidos abusó de su unción providencial como nación excepcional, escribe Robert Freeman. Ese abuso ha sido reconocido, denunciado y ahora la mayoría de las demás naciones del mundo están actuando contra él.
Rusia no sólo ha resistido el ataque económico, sino que las sanciones han tenido un efecto boomerang, afectando a los mismos países que las impusieron, escriben Medea Benjamin y Nicolas JS Davies.
El Departamento de Estado de EE.UU. dejó claro el lunes que sólo estaba dispuesto a apoyar algunos trabajos realizados en Siria por ONG, pero que no tendría tratos con el gobierno de al-Assad, informa Peoples Dispatch.