Independientemente de que Trump haya hablado con Putin o no, es hora de que los líderes de Estados Unidos y Rusia se comuniquen para resolver la crisis existencial en Ucrania.
El verdadero propósito de dominación global de la alianza transatlántica es demasiado objetable para profesarlo. Más bien, funciona sobre la base de fantásticos conjuros que ningún miembro cuestiona.
Exigir a Rusia que ponga fin a sus agresiones sin que Occidente acepte poner fin a sus propias agresiones que condujeron a este conflicto es exigir que Rusia se someta a ser gobernada y dominada por el imperio occidental, dice Caitlin Johnstone.
El camino hacia un posible Armagedón nuclear ha estado plagado de oportunidades perdidas de coexistencia pacífica con Rusia y marcado por repetidas provocaciones estadounidenses, pero la neutralidad de Ucrania sigue siendo clave para la seguridad de todos, escribe Edward Lozansky.
Es de lo más jodido que te llamen agente del Kremlin por decir que la guerra fue provocada por el expansionismo de la OTAN y que sirve a los intereses de Estados Unidos, incluso cuando funcionarios de la OTAN y de Estados Unidos admiten abiertamente lo mismo, escribe Caitlin Johnstone.
La moraleja: nada es tan peligroso como un líder poco convincente convencido de su astucia por intrigantes que venden panaceas que prometen grabar su nombre en los libros de historia para siempre, escribe Michael Brenner.