A largo plazo, esta violencia indiscriminada ejercida por Netanyahu y quienes impulsan la política sobre Oriente Medio en la Casa Blanca crea adversarios que, a veces una generación después, los superan en salvajismo; lo llamamos terrorismo.
Jonathan Cook analiza la respuesta de Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, a la salvaje operación militar israelí-estadounidense en el campo de refugiados de Nuseirat el sábado que masacró a más de 270 palestinos.
Como Estados Unidos no puede competir en el mercado de vehículos eléctricos y está desesperado en Ucrania, el secretario de Estado viajó a China para hablar en Beijing ante su audiencia local.
La Casa Blanca respaldó la reautorización de la vigilancia que, a pesar de un nuevo historial de abusos rutinarios, amplía el poder de espionaje de las agencias de seguridad, escribe Kevin Gosztola.
Ninguna experiencia del fracaso de una política puede hacer tambalear la creencia en su excelencia, a pesar de que las aventuras en el extranjero agotaron el tesoro y condujeron al declive imperial.
Joe Biden confía en asesores que creen en la misión civilizadora de Occidente hacia las “razas menores” de la tierra para formular sus políticas hacia Israel y Medio Oriente.
Mientras le decían al mundo que el cuartel general de Hamas estaba debajo del hospital al-Shifa, las FDI ya habían encontrado el centro de comando real a 8.5 kilómetros de distancia, informa Gareth Porter.
En este punto, la defensa de Israel por parte de Washington se vuelve tan abiertamente obscena como el largo historial de agresión ilegal del Estado de apartheid contra la población palestina.
Los orígenes del fracaso de la inteligencia de Israel sobre los ataques de Hamas se remontan a la decisión de confiar en la IA en lugar del análisis contrario nacido del fracaso anterior de la inteligencia de la Guerra de Yom Kippur de 1973.