La pérdida de las normas democráticas básicas comenzó mucho antes de Trump, lo que allanó el camino hacia el totalitarismo estadounidense. Trump es el síntoma, no la enfermedad.
El Partido Demócrata tuvo una última oportunidad de implementar el tipo de reformas del New Deal que podrían salvarnos de otra presidencia de Trump y del fascismo cristiano. Falló.
La sociedad estadounidense genera traumas y este trauma se expresa en una variedad de patologías autodestructivas, incluida la erosión de la democracia y el ascenso del neofascismo.
En su Estados Unidos ideal, nuestra sociedad “humanista secular” basada en la ciencia y la razón será destruida. Los Diez Mandamientos formarán la base del sistema legal.
Encarcelar al David del Goliat de Chevron es el último ultraje cometido por un poder judicial estadounidense diseñado ahora para favorecer los intereses del capital.
La asombrosa concentración de riqueza en las altas esferas ha deformado nuestras instituciones de gobierno. Un nuevo escaparate no acabará con la oligarquía.
A medida que nuestro imperio implosiona, y con él la cohesión social, debemos enfrentar lo que está sucediendo, no sólo a nuestro alrededor, sino también dentro de nosotros.