La pérdida de las normas democráticas básicas comenzó mucho antes de Trump, lo que allanó el camino hacia el totalitarismo estadounidense. Trump es el síntoma, no la enfermedad.
La sociedad estadounidense genera traumas y este trauma se expresa en una variedad de patologías autodestructivas, incluida la erosión de la democracia y el ascenso del neofascismo.
Cada huelga, cada mano extendida, cada palabra escrita o pronunciada en defensa de los derechos de los trabajadores, es una victoria, ya sea que resulte en un éxito inmediato y obvio o no, escribe Richard Eskow.