Gareth Porter informa sobre el eco de la prensa corporativa de una narrativa antiterrorista que amenaza un objetivo compartido por Washington y Kabul: erradicar la organización IS-K.
El bombardeo de Afganistán no fue una legítima defensa según la Carta de la ONU porque Afganistán no atacó a Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, escribe Marjorie Cohn.
La popular y largamente esperada retirada de Biden de Afganistán expuso la fusión de facto de los grandes medios de comunicación con el ejército, escribe Gareth Porter.
Los mandarines que supervisan nuestro suicidio colectivo, a pesar de los repetidos fracasos, insisten obstinadamente en que Estados Unidos puede remodelar el mundo a su propia imagen.
Fabian Scheidler dice que tanto sufrimiento –incluido el encarcelamiento de Assange por exponer a criminales de guerra– entierra la idea de una “intervención humanitaria”.
La capacidad de Estados Unidos para mentir oficialmente ha vuelto a golpear, como lo ha hecho repetidamente durante los últimos 60 años, escribe Gordon Adams.
De los archivos: Un documento recientemente descubierto socava una historia clave de la guerra antisoviética en Afganistán de la década de 1980: la guerra de Charlie Wilson, escribió Robert Parry el 7 de abril de 2013.
El último impulso de los sobrevivientes para la desclasificación se produce tras un llamado de varios senadores demócratas para una revisión de los documentos del FBI poco menos de 20 años después de los ataques.