Facebook e Instagram, en conjunto, tienen 5 mil millones de usuarios en todo el mundo. Es imposible exagerar el impacto que su regulación del discurso en una dirección pro-estadounidense puede tener en la comunicación humana.
Nuestros censores, como lo demuestra una y otra vez el expediente, no tienen ninguna preocupación especial por actuar de manera seria. El poder no tiene esa obligación.
Alan MacLeod analiza el Network Contagion Research Institute y su nuevo informe que alega que la financiación de universidades estadounidenses en Oriente Medio ha ayudado a desatar un torrente de odio antijudío.
Que una megacorporación monopolista de Silicon Valley borre un discurso político sobre una figura histórica importante porque Washington dice que era un terrorista es un acto de censura notablemente descarado.