Reporte especial: Hace veinticuatro años, Estados Unidos invadió Panamá para capturar al general Manuel Noriega acusado de narcotráfico. La Operación Causa Justa prometió al país un nuevo día libre de dictaduras y corrupción contaminada por las drogas, pero no funcionó de esa manera, como lo describe Jonathan Marshall.
Por Jonathan Marshall
La Operación Causa Justa, la invasión de Panamá en diciembre de 1989, marcó un punto de inflexión crítico en la política exterior y militar de Estados Unidos. Como primer gran compromiso de las fuerzas armadas estadounidenses después de la debacle de Vietnam, sentó las bases para la intervención masiva en la región del Golfo Pérsico un año después.[i] También representó una dramática escalada en la “guerra contra las drogas” de Washington, convirtiendo una metáfora principalmente retórica en una sangrienta realidad.[ii]
Muchos relatos han narrado la guerra de nervios que precedió a la invasión. Por el contrario, sólo unos pocos han cubierto las consecuencias, especialmente en lo que respecta a las drogas.[iii] Los reporteros que llegaron a Panamá con las tropas pronto regresaron a casa cuando terminó el breve entusiasmo. La atención se centró en el histórico juicio y condena de Noriega en Miami por conspirar para ayudar al Cartel de Medellín y sus aliados criminales. Para gran parte de los medios, e incluso para la mayoría de los académicos, Panamá sin Noriega era simplemente otro remanso centroamericano.[iv]

El general Manuel Noriega es escoltado a un avión de la Fuerza Aérea de EE. UU. por agentes de la Agencia Antidrogas de EE. UU. después de su arresto el 1 de enero de 1990. (Foto militar de EE. UU.)
Pero una mirada de cerca a la evolución de la conexión de Panamá con el narcotráfico en los años inmediatamente posteriores a Noriega arroja luz sobre varias cuestiones importantes. ¿El fundamento público de la invasión resiste el escrutinio histórico? ¿Las políticas de la administración Bush después del derrocamiento de Noriega se comportaron mejor que el apoyo anterior de Estados Unidos a Noriega con su compromiso expreso de luchar contra las drogas por todos los medios necesarios? Finalmente, ¿la estrategia militante de neutralizar a los “capos” de la droga afecta apreciablemente el flujo de narcóticos a Estados Unidos?
A pocos estudiosos del narcotráfico sorprenderá que la caída de Noriega, como la de muchos traficantes más importantes antes y después, no haya hecho nada para frenar la creciente marea de cocaína que fluyó hacia el norte desde las naciones andinas. Lo que puede ser más sorprendente fue la voluntad de Washington de reemplazar a Noriega con líderes civiles que tenían un historial inequívoco (si no técnicamente criminal) de servir a los mayores narcotraficantes de Colombia protegiendo sus activos financieros secretos en bancos panameños.
Miembros clave del nuevo gobierno habían trabajado en la década de 1980 para bancos sucios que Noriega, en un notable despliegue de cooperación con las autoridades estadounidenses, cerró o puso en riesgo. De hecho, algunas pruebas sugieren que los nuevos aliados de Washington se habían opuesto a Noriega tanto por su ofensiva contra el lavado de dinero del narcotráfico como por sus violaciones de los derechos democráticos y humanos.
No hace falta decir que este marco está totalmente en desacuerdo con la versión oficial de los acontecimientos, que sirvieron para justificar el cambio de política de Washington hacia Noriega. Este artículo sugiere que la guerra contra las drogas era una prioridad política secundaria incluso en el único escenario donde Estados Unidos recurrió a una importante demostración de fuerza en su nombre.
El legado de Noriega
Para comprender mejor la postura del gobierno de Panamá posterior a la invasión hacia los crímenes relacionados con las drogas, vale la pena reexaminar algunos de los enfrentamientos ampliamente ignorados u olvidados entre el régimen de Noriega y los principales “cárteles” colombianos.[V] Tan grande era su animosidad que algunos narcotraficantes notorios se sintieron realmente complacidos de ver derrocado a Noriega, y probablemente también complacidos por la elección de sus sucesores por parte de Washington.
Noriega jugó un doble juego, aparentemente protegiendo a algunos contrabandistas favorecidos mientras se ganaba la gratitud de Washington por ayudar a la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) a atacar la vital infraestructura financiera de los principales cárteles de la droga.[VI] Este era un asunto de suma importancia para las fuerzas del orden estadounidenses.
Como señaló el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes en 1985: “Con más de cien bancos, el dólar estadounidense como moneda nacional y estrictas leyes de secreto bancario, Panamá es un paraíso ideal para el lavado de dinero de los narcóticos. Se pueden ingresar y sacar del país cantidades ilimitadas de dinero sin requisitos de presentación de informes, y el lavado de dinero no es un delito”.[Vii] Un estudio del Tesoro de Estados Unidos estimó que casi mil millones de dólares al año en efectivo provenientes del narcotráfico fluían entre Miami y Panamá.[Viii]
En un caso histórico en 1985, Noriega permitió el cierre del First Interamericas Bank, propiedad de uno de los líderes del Cartel de Cali que luchaba contra la extradición desde España por cargos de drogas en Estados Unidos. El banco también lavó decenas de millones de dólares para el Cartel de Medellín.[Ex] Como veremos, varios miembros destacados del gobierno posterior a Noriega formaron parte de la junta directiva del banco.
Uno de los puntos culminantes de la cooperación de Noriega fue la Operación Piscis, una investigación encubierta de tres años de duración que el Fiscal General Edwin Meese llamó “la investigación encubierta más grande y exitosa en la historia de la aplicación de la ley federal contra las drogas”. Entre los acusados se encuentran los capos del Cartel de Medellín, Pablo Escobar y Fabio Ochoa.[X] Panamá contribuyó con 40 arrestos y confiscó $12 millones de cuentas en 18 bancos locales.[Xi]
Estos casos de lavado de dinero le granjearon a Noriega numerosos amigos en la DEA, pero le costaron importantes aliados en casa. De hecho, estos antagonistas locales desempeñaron un papel fundamental en el fomento de la oposición interna al gobierno de Noriega. La razón era simple: el sector de servicios financieros de Panamá representaba alrededor de una décima parte del producto interno bruto del país y empleaba a más de 8,000 personas. Ellos formaron lo que el Wall Street Journal llamado “el núcleo de una clase media próspera”.[Xii]
Noriega amenazó a este sector políticamente poderoso cuando abrió negociaciones con Washington en 1984 sobre un Tratado de Asistencia Legal Mutua que facilitaría a las autoridades estadounidenses solicitar información financiera privilegiada en casos penales.
"Las negociaciones y la publicación del proyecto de tratado a principios de 1985 provocaron gritos de protesta indignada por parte de la oposición, muchos de cuyos miembros más destacados eran banqueros", señaló John Dinges, uno de los biógrafos de Noriega. “La Prensa, en grandes titulares, dijo que el proyecto de ley pone 'en grave riesgo' el secreto 'que se considera el pilar sobre el que descansa el Centro Financiero Internacional de Panamá'”.[Xiii]
La oposición protestó aún más fuerte cuando la asamblea legislativa de Panamá finalmente aprobó una ley para combatir el lavado de dinero en diciembre de 1986.[Xiv] Unos meses más tarde, el fiscal general de Panamá ordenó la incautación de 52 cuentas en 18 bancos panameños como parte de la Operación Piscis, y amenazó con arrestar a los gerentes bancarios que no cooperaran.[Xv] Un banquero local advirtió que “esto podría acabar con el sistema bancario panameño, porque la gente ya no creerá que pueden contar con el secreto bancario”.[Xvi]
En dos meses, los inversores asustados retiraron hasta 4 millones de dólares de los 39 millones de dólares en depósitos bancarios del país. Newsday informó que la cooperación de Panamá con la DEA en la Operación Piscis había “provocado la crisis bancaria más grave en la historia de Panamá”, creando la mayor “amenaza al hombre fuerte militar general Manuel A. Noriega”.
Un diplomático occidental dijo de Noriega: “Los banqueros pueden derribarlo. Se están quejando en Washington y tienen mucha influencia”. El líder de la oposición Ricardo Arias Calderón (futuro vicepresidente del país) habló en nombre de ese poderoso lobby cuando declaró: "Creo que la continuación en el poder del general Noriega es un peligro para la economía panameña".[Xvii]
Las manifestaciones organizadas ese verano por la élite empresarial de Panamá, con amplio apoyo popular y que reflejaban muchos agravios más allá de las cuestiones del secreto financiero, iniciaron su largo descenso desde el poder.[Xviii]
Los principales líderes de los cárteles también querían que se derrocara a Noriega, considerándolo un “obstáculo para el funcionamiento” de sus operaciones de lavado de dinero en Panamá.[Xix] Un abogado de los jefes del Cartel de Cali se quejó de que sus clientes estaban “frustrados por los problemas” que Noriega les creó en Panamá.[Xx]
Más tarde, los líderes de Cali se vengaron cuando proporcionaron 1.25 millones de dólares para sobornar a un traficante asociado con el cartel de Medellín para que se convirtiera en testigo clave contra Noriega en su juicio en Miami.[xxi]
Noriega podría haber sobrevivido muchos años más si no se hubiera visto atrapado en la histeria anti-crack avivada por los medios estadounidenses a mediados de los años ochenta.[xxii] Esta alarma pública fue canalizada contra Noriega por un improbable par de aliados en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado: el senador de derecha Jesse Helms, quien deploró las acogedoras relaciones de Noriega con Cuba y sus planes de tomar el control del canal, y el senador liberal. John Kerry, a quien le encantaba exponer la hipocresía de la guerra contra las drogas de la administración Reagan.[xxiii]
El testimonio contra Noriega ante ese comité convenció a los periodistas y al público en general de su culpabilidad. Con cada jugosa revelación, Noriega pasó cada vez más de ser un activo administrativo a convertirse en un pasivo. Sus acusaciones de 1988 en Miami y Tampa sellaron el destino de Noriega. Silenciaron a la mayoría de los aliados que le quedaban en el Pentágono y la CIA y prácticamente obligaron al candidato presidencial George Bush, que había sido el pagador de Noriega mientras era director de la CIA, a exigir que Noriega abandonara el poder.[xxiv]
La arrogante y rimbombante negativa del hombre fuerte latino planteó un desafío intolerable a la autoridad y credibilidad de la administración, un error de cálculo que le costó tanto su carrera como su libertad.
El gobierno de Endara
El 3 de enero de 1990, con la entrega de Noriega a agentes armados de la DEA, el presidente George HW Bush declaró que su misión de salvaguardar vidas estadounidenses, restaurar la democracia, proteger el canal y “llevar a Noriega ante la justicia” se había cumplido plenamente.
Aunque muchos gobiernos en América Latina y en el extranjero denunciaron la violación de la soberanía de Panamá, Bush afirmó que la "detención y regreso de Noriega a Estados Unidos debería enviar una señal clara de que Estados Unidos toma en serio su determinación de que los acusados de promover la distribución de drogas No podemos escapar al escrutinio de la justicia”.[xxv] El embajador estadounidense Deane Hinton calificó sin rodeos la invasión como “la mayor redada de drogas de la historia”.[xxvi]
Dos semanas antes, cuando las tropas estadounidenses apenas comenzaban su asalto, la administración Bush tomó juramento al nuevo gobierno de Panamá en Fort Clayton.[xxvii] Sus líderes proestadounidenses, el presidente Guillermo Endara y los vicepresidentes Ricardo Arias Calderón y Guillermo Ford, habían ganado una votación popular en mayo anterior como jefes de la Alianza Cívica de la Oposición Democrática, que gozaba de un fuerte respaldo del sector financiero de Panamá.
Sin embargo, la comisión electoral de Noriega anuló su victoria, basándose en parte en la revelación pública de que la administración Bush había destinado encubiertamente más de 10 millones de dólares para financiar la candidatura de Endara.[xxviii] A esa vergüenza se agravó el arresto en Georgia, bajo cargos de conspiración de cocaína y lavado de dinero, del matón de la CIA, un rico hombre de negocios panameño y amigo cercano de Endara, apenas un mes antes de las elecciones.[xxix] Un periódico pro-Noriega pregonó el titular: “La cocaína en efectivo paga la campaña de la oposición”.[xxx]
La Operación Causa Justa finalmente les dio a Endara y sus compañeros de fórmula, quienes habían sido atacados físicamente por los “Batallones de Dignidad” paramilitares de Noriega después de las elecciones de mayo, su tan esperada venganza. Pero el sabor dulce desapareció rápidamente. Con la partida de Noriega, enfrentaron una serie de desafíos abrumadores, incluido el reinicio de una economía destrozada por sanciones económicas, fuga de capitales, daños de guerra y daños por valor de más de mil millones de dólares por saqueos posteriores al conflicto.[xxxi] Para reconstruir, Endara necesitaba que Washington le brindara una generosa ayuda financiera.
La administración Bush no perdió tiempo en intentar ayudar. Como parte de su campaña general de relaciones públicas para justificar la guerra, la administración elogió al nuevo gobierno civil de Panamá como una clara ruptura con el pasado. Cuando la guerra apenas había terminado, los funcionarios del Departamento de Justicia elogiaron los “intentos” de los funcionarios panameños de congelar cientos de cuentas bancarias sospechosas de tener vínculos con el narcotráfico.[xxxii]
Los funcionarios estadounidenses dijeron que "esperaban" que Panamá rescindiera ahora algunas de sus estrictas medidas de secreto bancario, pero negaron cuidadosamente cualquier intento de "imponer un montón de cosas" al país ocupado.
Sin embargo, la parte panameña hizo muy poco para alentar esas esperanzas. Un alto asesor del presidente Endara dijo cautelosamente: “es demasiado pronto para decir qué vamos a hacer”, y el vicepresidente y ministro de Justicia, Ricardo Arías Calderón, en privado se enfureció ante las propuestas de Washington.[xxxiii]
El presidente de la asociación bancaria del país insistió: “Cualquier cosa que hagamos para afectar la confidencialidad del sistema destruiría el centro bancario. Quieren que simplemente abramos nuestros libros y no podemos permitirles que lo hagan. Creemos que ahora tenemos suficientes salvaguardias para prevenir el lavado de dinero”.[xxxiv]
El vicepresidente Ford también sostuvo que Panamá tenía suficientes controles sobre el lavado de dinero.[xxxv] Era comprensiblemente susceptible. La prensa pro-Noriega había pregonado anteriormente el hecho de que Ford era cofundador, junto con Carlos Rodríguez Fernández-Miranda, quien se convirtió en embajador de Endara en Estados Unidos, del Dadeland Bank de Miami, del que era copropietario un panameño que lavó decenas de decenas de dólares. de millones de dólares para un destacado contrabandista de marihuana cubanoamericano.[xxxvi]
El hermano menor de Ford, Henry, había proporcionado servicios de protección personal en Panamá a Ramón Milian Rodríguez, un infame mensajero de dinero en efectivo de la droga arrestado por las autoridades estadounidenses en 1983 basándose en pistas de investigación de los detectives de Noriega. Ford dijo que nunca cuestionó el origen del efectivo de Milian.[xxxvii]
Aún así, el Presidente Bush continuó respaldando los esfuerzos antidrogas de Panamá, citándolos como una justificación para su solicitud al Congreso de mil millones de dólares en ayuda para reconstruir el destrozado país. El vicepresidente Dan Quayle celebró una conferencia de prensa conjunta con el presidente Endara para anunciar planes de cooperación antidrogas y declaró que la actitud del nuevo gobierno hacia la guerra contra las drogas había experimentado un "cambio tremendo" desde el derrocamiento de Noriega.[xxxviii]
Pero su excelente espíritu de cooperación se desvaneció rápidamente cuando el presidente Endara opinó que las leyes bancarias de su país sólo necesitaban “cambios menores”. El Contralor General de Panamá, Rubén Carles, intervino: "No tenemos que cambiar todo nuestro sistema legal por las drogas".
Un frustrado funcionario estadounidense advirtió que la falta de cooperación de Panamá "conducirá a una situación muy difícil". Explicó: "Si el Congreso dice que los panameños no están haciendo lo que se supone que deben hacer, no habrá más ayuda".[xxxix]
Habiendo prestado poca atención a la planificación de posguerra, la administración Bush no estaba preparada después de la Operación Causa Justa para ayudar a los panameños sinceros a luchar contra el lavado de dinero. "No éramos totalmente inocentes", admitió Greg Passic, ex jefe de operaciones financieras de la DEA.
Nadie en la administración se había molestado en decidir cuál de varias agencias competidoras se haría cargo de investigar el lavado de dinero en Panamá después de la invasión. Finalmente, la DEA y la CIA obtuvieron el visto bueno. "Pasaron seis meses antes de que tuviéramos un equipo allí para abordar el problema", dijo Passic. “Tardamos en responder cuando los panameños estaban dispuestos a ayudarnos”.[SG]
Con la controversia sobre el lavado de dinero saliendo a la luz pública, algunos periodistas estadounidenses comenzaron a tomar nota de los curiosos antecedentes de los nuevos líderes de Panamá.[xli] De particular interés fue el notable ascenso al poder de individuos vinculados al First Interamericas Bank, un importante depósito de efectivo de Cali y Medellín hasta que el régimen de Noriega lo cerró en 1985.
A este tenor, Boston Globe Según se informó, entre los exdirectores del banco se encontraban el nuevo fiscal general del país, Rogelio Cruz; el nuevo Ministro de Hacienda, Mario Galindo; y el nuevo presidente de la Corte Suprema, Carlos Lucas López. Todos ellos negaron haber actuado mal.
“Estos malditos tontos se engancharon inocentemente en estas transacciones”, dijo el contralor general Carles. El ex ministro de Hacienda, Ernesto Pérez Balladares, fue menos tranquilizador: “No hay banco o banquero en Panamá que no haya aceptado depósitos de procedencia dudosa. Todo el mundo lo hace”. O, como dijo el vicepresidente Ford: "Si quieres un gobierno perfecto, has venido al país equivocado".[xlii]
Al día siguiente el New York Times citó preocupaciones de la DEA y el Departamento de Justicia de que “las conexiones comerciales y las amistades” de los líderes de Panamá “hacen difícil creer que sea probable una verdadera represión contra el lavado de dinero”, y agregó:
“Muchos altos dirigentes del Gobierno, aunque nunca han sido acusados de lavado de dinero, han tenido fuertes vínculos con bancos corruptos. Varios de los bancos han sido acusados de lavado de dinero o han sido cerrados debido a la presión de Estados Unidos. El presidente Endara ha sido durante años director del Banco Interocénico de Panamá, uno de las dos docenas de bancos panameños nombrados en un caso basado en un caso del Negociado Federal de Investigaciones cuyo nombre en código es Cashweb/Expressway.
“En ese caso, agentes del FBI que se hacían pasar por blanqueadores de dinero recibieron grandes cantidades de efectivo de manos de colombianos en Estados Unidos, quienes les ordenaron que transfirieran los fondos a estos 24 bancos”.[xliii]
La Casa Blanca, por su parte, no dijo nada que pudiera avergonzar a sus protegidos o empañar el mito de la Operación Causa Justa. El 1 de marzo, el Presidente Bush volvió a certificar que Panamá estaba “tomando medidas adecuadas” para luchar contra los males gemelos del tráfico de drogas y el lavado de dinero, haciendo posible el levantamiento de las sanciones comerciales.[xliv] Bush invitó a Endara unos meses más tarde a la Casa Blanca para firmar acuerdos antidrogas que permitieran al personal militar estadounidense, incluida la Guardia Costera, abordar barcos panameños y entrar en las aguas territoriales del país en misiones antidrogas.
Un tercer acuerdo se refería a la regulación de precursores químicos. En un llamamiento al Congreso para que levante las restricciones a la ayuda, Bush dijo: "Debemos ayudar a garantizar que las expectativas incumplidas no debiliten los cimientos de la democracia tan recientemente restaurada".[xlv] A principios de julio, el Congreso finalmente aprobó unos 200 millones de dólares en ayuda, destinados principalmente al pago de la deuda externa más que a la reconstrucción.[xlvi]
Irónicamente, la miseria económica de Panamá y los recursos severamente limitados del gobierno estaban estimulando un resurgimiento del tráfico de drogas en el país. El New York Times informó que “los envíos de drogas ilegales a través del áspero interior de Panamá y a través de la capital son, en todo caso, más abiertos y abundantes que antes”.
Un diplomático extranjero dijo: “El gobierno simplemente está superado en personal, armas y maniobras”.[xlvii] El desmoralizado jefe de la policía antidrogas de Panamá se lamentó: "Hay cientos de playas aisladas, granjas e islas deshabitadas que los traficantes utilizan como refugios para las drogas, y sólo tenemos una fuerza de 40 hombres para luchar contra ellas".[xlviii]
Las escasas fuerzas de Panamá lograron confiscar cuatro toneladas de cocaína sólo en los primeros nueve meses de 1990, un tercio más que el año anterior. Sin embargo, los funcionarios estadounidenses estaban más alarmados que impresionados.
“Si estás aprovechando tanto con un . . . Una fuerza antinarcóticos pequeña y sin entrenamiento, la conclusión debe ser que probablemente hay muchas cosas que nadie está consiguiendo”, dijo el Embajador Hinton. El jefe de la policía antinarcóticos de Panamá dijo que los traficantes estaban llegando a su país porque "piensan que es más seguro meter (drogas) en Panamá, donde saben que hay un proceso de reorganización, que en Colombia, donde hay una lucha contra el narcotráfico".[xlix]
El grave desorden en las filas de las fuerzas del orden de Panamá empeoró las cosas. El Fiscal General Rogelio Cruz despidió a un fiscal especial que acusó al jefe de la corrupta Policía Técnica Judicial de estar involucrado en un complot de secuestro y asesinato que involucraba millones de dólares en ganancias del narcotráfico. (El mismo fiscal también acusó al propio Cruz de tratos indebidos con el violento capo de Medellín, José Gonzalo Rodríguez Gacha.)[l]
Luego, una docena de importantes narcotraficantes, incluido un contrabandista radicado en Cali arrestado con 800 libras de cocaína, lograron escapar de las cárceles de Panamá, evidentemente con ayuda oficial.[li] Más tarde ese verano, en un lapso de sólo dos semanas, el gobierno despidió a dos jefes sucesivos de la Policía Nacional.[lii]
El gobierno de Endara también se sintió avergonzado cuando el gobierno de Panamá El Siglo El diario publicó un extenso artículo, de fuentes de la DEA, sobre los estrechos vínculos del presidente Endara con el Banco Interoceánico de Panamá, institución implicada en lavado de dinero. (El banco emitió una vigorosa refutación en La Prensa y presentó una demanda por difamación alegando que fue víctima de un intento de extorsión por El Siglo.)[liii]
Posteriormente, los norteamericanos aprendieron de la Baltimore Sun que Endara efectivamente poseía el dos por ciento de las acciones del banco a través de un fideicomiso familiar. Según el periódico, el Fiscal General Rogelio Cruz había desestimado las advertencias de la DEA en enero de 1990 de que el narcotraficante de Medellín, Rodríguez Gacha, había depositado más de 12 millones de dólares en el banco poco antes de la invasión.
Mayin Correa, un popular periodista y alcalde de la ciudad de Panamá, dijo: “Es una lástima que hayamos luchado tan duro para deshacernos de una narcodictadura corrupta y ahora descubrimos que están sucediendo las mismas cosas nuevamente”.[liv]
¿Cuánto sabía Endara y cuándo lo supo? Sus afirmaciones de ignorancia no convencieron a un periodista estadounidense que escribió en 1991: “En el momento del presunto lavado de dinero, Endara ocupaba el delicado puesto de secretario de la junta directiva. Con enormes responsabilidades fiduciarias, su trabajo era asistir, participar y registrar todas las reuniones de gestión de alto nivel. Cuando la mayoría de los bancos panameños dejaron de otorgar grandes préstamos en efectivo, Interbanco otorgó varios millones de dólares en préstamos a su cliente preferido, Celso Fernández Espina, para comprar un hotel panameño.
“Los investigadores de drogas españoles han vinculado directamente a Espina con los carteles de Cali y Medellín. Endara ha afirmado públicamente que no tenía conocimiento de las actividades de los clientes individuales del banco. '¿Cómo es posible que no sepa dónde [. . . "El dinero del banco se va cuando él es secretario de la junta directiva", pregunta un directivo bancario de nivel medio. "Sobre todo teniendo en cuenta que el capital total declarado del banco era sólo de 10 millones de dólares".
“El embajador estadounidense Deane Hinton dice: 'Personalmente estoy convencido de que Endara es un hombre honesto'. . . . Pero incluso el propio personal de Hinton se muestra incrédulo, lo que crea una profunda grieta dentro de la embajada. '¿Durante cuánto tiempo Endara podrá hacerse el tonto?' pregunta un funcionario estadounidense disidente. 'La evidencia es lo suficientemente fuerte como para que un amplio sector de la élite empresarial ya no crea en sus negaciones'”.[lv]
Los defensores de Endara e incluso observadores imparciales acusaron a la administración Bush de filtrar historias dañinas para presionar a los líderes de Panamá a firmar un tratado de asistencia legal.
Como le dijo un académico panameño a un periodista: “Así como su gobierno conocía el tráfico de drogas de Noriega y se mantuvo callado mientras fue políticamente útil, Washington también conoció durante años las conexiones del nuevo gobierno, pero las apoyó de todos modos. Y ahora, cuando necesita aumentar la presión para que se firme [el acuerdo bancario], la embajada empieza a dejar salir el gato de la bolsa. Como puede comprender, esto tiende a hacernos a los panameños un poco cínicos respecto de sus intenciones aquí”.[lvi]
Las relaciones entre los dos países se habían hundido notablemente apenas unos pocos meses después de celebrar una victoria de la democracia y el Estado de derecho. Estados Unidos ahora exigía que sus intereses prevalecieran sobre la democracia en Panamá, mientras que los líderes panameños se negaban a convertirse en ejecutores de las leyes norteamericanas.
Un miembro del personal del Senado de Estados Unidos dijo sin rodeos: "Es hora de que nuestros amigos panameños se den cuenta de que no destituimos a Noriega para que pudieran prevalecer las mismas condiciones". Testigos en Panamá informaron sobre enfrentamientos a gritos públicos entre el embajador Hinton y el Ministro de Relaciones Exteriores Linares”.[lvii]
Hinton respondió que “algunos panameños son personas muy emotivas” que ignoran los hechos y “tienen una reacción emocional de que los grandes gringos están imponiendo esto”. Añadió: “Si esta gente hubiera sido inteligente, habrían solucionado esto hace mucho tiempo” y recaudado “mucho dinero” en forma de ayuda estadounidense.[lviii]
Endara respondió a sus críticos. Presentó una denuncia por difamación contra un columnista de un periódico local que se había atrevido a escribir sobre los vínculos del presidente con el Banco Interoceánico. El Fiscal General Cruz ordenó entonces la detención del periodista por “delitos de calumnia e injuria”. Esta provocación desencadenó manifestaciones y protestas contra Endara por parte de muchos periodistas panameños, incluido el destacado editor anti-Noriega de La Prensa.[lix]
En un intento de limitar los daños, la comisión bancaria nacional de Panamá nombró a un síndico para que se hiciera cargo de la gestión de Interbanco a finales de octubre de 1990. La comisión dijo que el banco padecía "algunas deficiencias de liquidez", pero afirmó que la institución no estaba contaminada por lavado de dinero. La intervención fue la primera de la comisión desde 1985, cuando cerró el First Interamericas Bank.[lx]
Mientras tanto, la guerra de palabras continuó, y el presidente Endara le dijo al Wall Street Journal en diciembre de 1990, “No vamos a hundir un cuchillo en nuestro sistema bancario incluso si Estados Unidos se pone cabeza abajo y salta arriba y abajo”.[lxi] Los funcionarios estadounidenses, a su vez, dijeron extraoficialmente que creían que sus homólogos en Panamá estaban encubriendo bancos sucios con los que habían estado asociados como abogados o directores.[lxii] En privado, informaron al presidente Endara que uno de los principales negociadores del tratado de Panamá estaba implicado en una investigación de lavado de dinero por valor de un millón de dólares.[lxiii]
La oficina de narcóticos del Departamento de Estado informó a principios de 1991 que Panamá todavía estaba inundada de cocaína. Si bien elogió al gobierno de Endara por adoptar “una postura fuerte y vocal contra el tráfico ilegal de drogas”, el informe también destacó la “preocupación” de Washington por los informes de corrupción oficial en Panamá y su “gran preocupación” por el fracaso en concluir un acuerdo de asistencia legal mutua. acuerdo.
“El gobierno de Endara tiene un historial mixto en la lucha contra el lavado de dinero”, señala el informe. “. . . A pesar de la destitución del régimen de Noriega, la infraestructura de lavado de dinero sigue en gran medida vigente, e informes creíbles indican que algunos bancos en Panamá y la Zona Libre de Colón continúan aceptando grandes depósitos en efectivo y lavando dinero de la droga”.
Citó pruebas de que los traficantes colombianos estaban moviendo decenas de millones de dólares al año a través de los bancos de Panamá.[lxiv] Un funcionario del Departamento de Justicia lamentó que Panamá ahora fuera “menos capaz de lidiar con el tráfico de narcóticos que bajo el gobierno de Noriega”.[lxv] Un gramo de cocaína de alta calidad en Panamá costaba sólo $2 en la calle, frente a $35 bajo Noriega.[lxvi]
A principios de abril de 1991, el jefe del Partido Revolucionario Democrático, un partido de centro izquierda asociado con Noriega, citó una declaración jurada de la DEA en un caso de contrabando de cocaína en Miami contra los exiliados cubanos Augusto Guillermo Falcón y Salvador Magluta, que se decía era el mayor en la historia de Estados Unidos, acusar al bufete de abogados del presidente Endara de asociarse con blanqueadores de dinero.
La declaración jurada nombraba seis empresas fantasma utilizadas por Falcón y Magluta para lavar sus ganancias de la droga a través de bancos panameños y comprar propiedades en el área de Miami; todos emplearon a Endara como tesorero y a sus otros dos socios abogados como director-presidente y secretario. Endara dijo que desconocía a los verdaderos dueños de esas corporaciones y manejaba todos sus negocios a través de un amigo radicado en Miami (que tuvo la desgracia de ser asesinado por asesinos colombianos en 1989).
Los diplomáticos que hablaron extraoficialmente dijeron que no sospechaban que Endara estuviera “participado directamente” en crímenes, pero reconocieron que “las revelaciones no arrojan buena luz sobre su juicio legal o su elección de amigos”. Sin embargo, el abogado de los dos narcotraficantes acusados acusó a Endara y a su socio Hernán Delgado de reunirse directamente con sus clientes y “sabían que estaban tratando con narcotraficantes”.[lxvii]
Endara pronto también fue atacado por sus antiguos aliados en el Partido Demócrata Cristiano. Prometiendo responderles “golpe a golpe”, provocó una crisis política al despedir a los cinco miembros del partido de su gabinete. Los líderes del partido, a su vez, prometieron “sacar a la luz la verdad” sobre las conexiones de Endara con los traficantes de Florida acusados.[lxviii] Las amenazas de muerte pronto obligaron al agente de la DEA que juró la declaración jurada a abandonar el país.[lxix]
El 11 de abril de 1991, Panamá y Estados Unidos finalmente acordaron un tratado de asistencia legal dirigido al lavado de dinero en casos de drogas. Aunque superficialmente fue una victoria para Washington, el tratado dejó a los bancos relativamente intactos en casos de evasión fiscal y otros delitos no relacionados con las drogas. El acuerdo tampoco hizo nada para levantar el velo sobre las empresas fantasma que ocultaban a sus verdaderos propietarios detrás de candidatos, típicamente abogados corporativos como Endara y sus socios. El tratado tampoco cubría los depósitos mediante transferencias electrónicas y por computadora.[lxx]
Aun así, el vicepresidente Ford dijo a los periodistas que el tratado "enviaría un mensaje alto y claro al mundo de que en Panamá no toleramos el delito de lavado de dinero ni el problema de las drogas".[lxxi]
El anuncio mejoró la reputación del gobierno de Panamá sólo brevemente. El mes siguiente, mientras el jefe de la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas de la administración Bush estaba en Panamá para elogiar el nuevo espíritu de colaboración, el director de Aduanas de Panamá fue criticado por presunta malversación de fondos, extorsión y evasión fiscal. A su vez, acusó a su acusador, el jefe de investigaciones de la agencia, de intentar bloquear una investigación de corrupción departamental que ya había implicado al jefe de la brigada antidrogas del Aeropuerto Internacional de Tocumen por posesión de más de una libra de cocaína.
Un informante afirmó que el funcionario del aeropuerto era simplemente uno de un gran número de agentes de Aduanas, Hacienda y la Policía Técnica Judicial que estaban pasando cientos de libras de cocaína a través de las instalaciones hacia los Estados Unidos en nombre de los carteles de Medellín y Calí.[lxxii]
Mientras tanto, los banqueros de Panamá no permitieron que el nuevo tratado de asistencia legal se interpusiera en sus ganancias del floreciente mercado de la cocaína. “Impulsados por el retorno de capitales que huyen del país y del dinero de la droga, los depósitos bancarios se acercan ahora a los 21 millones de dólares, en comparación con su mínimo de 1989 millones de dólares en 8.5”, informó James Henry en julio de 1991. “La demanda de empresas fantasma, utilizadas como 'fachadas' para actividades dudosas en todo el mundo, cayó de 1,500 por mes en 1986 a sólo 800 por mes a finales de 1989, pero ahora ha vuelto a más de 1,300 por mes”.[lxxiii]
El lavado de dinero en Panamá surgió ahora como un gran problema tanto en Europa como en Estados Unidos. La policía española se quejó de que altos funcionarios del gobierno panameño habían sido culpables durante meses de “encubrir los bienes personales y las actividades comerciales” de los principales traficantes de cocaína españoles que durante mucho tiempo habían estado “utilizando a Panamá como refugio y cobertura para sus actividades”.
Se dijo que el Fiscal General Cruz no respondió a las solicitudes españolas de examinar sus cuentas bancarias locales. También se supo que el principal enlace de Interpol en Panamá había avisado a un famoso narcotraficante español sobre la llegada de la policía de su país, dándole tiempo para ocultar pruebas de su lavado de dinero.[lxxiv]
Los reformadores panameños dieron rienda suelta a su frustración y desilusión por el crecimiento de la corrupción. Miguel Antonio Bernal, profesor de derecho y activista por los derechos humanos y la democracia en Panamá, denunció que en los 18 meses transcurridos desde la invasión estadounidense, “mi país no ha dado un solo paso significativo hacia la democracia o el orden. Bajo el gobierno del presidente Guillermo Endara instalado por Estados Unidos, Panamá está retrocediendo tan rápido que está al borde de la desintegración. La delincuencia callejera se ha cuadruplicado. Los asesinatos han aumentado un 50 por ciento. Las drogas abundan más que nunca. . . . Dentro del gobierno reinan la corrupción y el nepotismo”.[lxxv]
Al finalizar el año, un observador del tráfico de drogas informó: “Los funcionarios estadounidenses creen que hasta media tonelada de cocaína todavía fluye diariamente a través de Panamá, principalmente en ruta a Estados Unidos”.[lxxvi] Cambiando los hechos, un comunicado de prensa del Departamento de Estado de finales de 1991 afirmó, no obstante, que “un país que alguna vez fue nuestro adversario en la guerra contra las drogas ahora ha comenzado a ayudarnos a derrotar esta amenaza”.[lxxvii] O, como dijo el vicepresidente Arias, aunque indudablemente Panamá todavía tenía su cuota de funcionarios corruptos, “nadie puede decir ahora que el gobierno es un cómplice voluntario”.[lxxviii]
Ese alarde debe haber parecido débil cuando varios de los altos funcionarios antidrogas de Panamá presentaron cargos penales contra el Fiscal General Cruz en el otoño de 1992 por descongelar 38 millones de dólares en cuentas bancarias supuestamente utilizadas por el cartel de Cali para lavar ganancias de la droga. La Corte Suprema de Panamá finalmente encontró a Cruz culpable de abuso de autoridad, pero le impuso una sentencia suspendida de apenas un año. Más tarde apareció como asesor legal del principal traficante del Cartel de Cali en Panamá, quien contrabandeaba toneladas de cocaína al norte de Estados Unidos en la era posterior a Noriega al amparo de una flota pesquera.[lxxix]
Después de todo esto, incluso el vicepresidente Arias estaba demasiado disgustado para defender al régimen. "Las aguas sucias y contaminantes del tráfico de drogas y el lavado de dinero todavía fluyen por el país", dijo a principios de 1993. "Éste es un enorme escollo en nuestro camino hacia la democracia". Un informe del Comité Panameño de Derechos Humanos se hizo eco de su declaración, acusando que la sociedad panameña estaba ahora “inmersa en una cultura de corrupción que alcanza tanto al sector gubernamental como a la propia sociedad civil”.[lxxx]
Conclusión
Las representaciones populares de la Operación Causa Justa en ese momento se parecían a algunas películas del oeste de la década de 1950, con sus representaciones de agentes de la ley virtuosos que llevaban a los villanos asesinos ante la justicia (generalmente al final de una soga, no en una celda con aire acondicionado). Así como el público de esa época salía de los cines reconfortado porque se había restablecido la ley y el orden en Dodge City, la mayoría de los norteamericanos en 1990 probablemente asumieron que la oportuna intervención del presidente Bush había salvado a Panamá de las garras de los malvados señores de la droga.
Pero incluso cuando Estados Unidos se felicitaba por haber ganado la guerra contra las drogas en Panamá, la cocaína seguía fluyendo a través del país hacia América del Norte. En retrospectiva, Causa Justa fue una victoria vacía para las fuerzas del orden.
Un año y medio después del arresto de Noriega, dijeron "expertos estadounidenses" anónimos Hora revista que “el resultado inesperado. . . es que el cartel rival de Cali estableció una base en Panamá y desde entonces ha inundado el país, junto con México, Guatemala y el Caribe, con grandes cantidades de cocaína con destino a Estados Unidos y Europa”.[lxxxi]
La firma de un tratado de asistencia jurídica mutua en 1991 tampoco resolvió nada. Nueve años después, el Grupo de Acción Financiera del G-7 sobre el Lavado de Dinero declaró que Panamá no cooperaba en la lucha contra el lavado de dinero, y la Fiscalía de Delitos Financieros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos condenó “graves deficiencias” en el compromiso de cumplimiento de Panamá.[lxxxii]
Panamá aprobó una nueva legislación para evitar ser incluido en la lista negra, pero hasta el día de hoy sigue siendo una “encrucijada de transbordo para el tráfico ilícito”, cuyo historial oficial se ve empañado por “un marco regulatorio débil, la existencia de corporaciones con acciones al portador, una falta de colaboración entre el gobierno y agencias, aplicación inconsistente de leyes y regulaciones, y un sistema judicial débil susceptible a la corrupción y el favoritismo”, en palabras del Departamento de Estado.[lxxxiii]
Este lamentable historial desmiente, una vez más, la teoría del “capo” de los delitos relacionados con las drogas, popularizada por algunos políticos, funcionarios encargados de hacer cumplir la ley y periodistas que buscan titulares. Los profesionales serios encargados de hacer cumplir la ley y los estudiantes de políticas de drogas saben que el arresto de “capos” como Noriega crea un gran drama pero nunca tiene ningún efecto duradero en el suministro de drogas.[lxxxiii]
El mercado mundial de drogas es demasiado pluralista para cerrarlo ante una fuerte demanda del mercado. Hay que reconocer que la propia DEA advirtió a los pocos días de la Operación Causa Justa contra cualquier expectativa poco realista de que el cambio de régimen frenaría notablemente el tráfico de drogas.
"Ningún evento, por importante que sea, tendrá un impacto inmediato en la disponibilidad de medicamentos en Estados Unidos", dijo Frank Shults, portavoz de la agencia. “Existen numerosos centros financieros en todo el mundo. Los narcotraficantes son muy flexibles en su capacidad para mover su dinero. Sin duda explotarán todos los mercados que puedan”.[lxxxv]
Los acontecimientos ocurridos en el Panamá posterior a Noriega también arrojan más dudas sobre la sinceridad de la “guerra contra las drogas” de Estados Unidos. Como muchos críticos acusaron a finales de los años 1980, el prolongado apoyo de Washington a Noriega expuso la hipocresía de su retórica antidrogas. La enorme brecha entre las palabras y la realidad afirmó que los problemas de las drogas rara vez superan otros intereses estratégicos y políticos cuando se trata de política exterior.
Para la administración Reagan, el futuro del Canal de Panamá y las bases militares estadounidenses, el espectro de las insurgencias izquierdistas en Centroamérica y las operaciones de inteligencia regionales que involucraban a objetivos cubanos y de otro tipo fueron consideraciones de seguridad nacional que dominaron los asuntos relacionados con las drogas hasta finales de los años 1980, cuando un Un lobby anti-Noriega bien organizado aprovechó la alarma popular por la epidemia de crack para llevar el tema de las drogas al centro del escenario.
La administración Bush logró desarmar las críticas internas esposando al presunto cerebro del tráfico de drogas en Panamá como culminación de la Operación Causa Justa. Pero como hemos visto, una vez que el foco de atención se alejó, la Casa Blanca de Bush abrazó al nuevo gobierno pro-estadounidense, con vínculos con las drogas y todo, tan fácilmente como las administraciones anteriores se habían adaptado a Noriega.
Sin el resplandor de la atención política y mediática que obligó a actuar contra Noriega, la Casa Blanca desvió su atención principal de las drogas a acontecimientos dramáticos en el antiguo bloque soviético y el Golfo Pérsico que los estrategas consideraban mucho más importantes para la seguridad nacional.
La constante campaña para presionar al gobierno de Endara para que firme un tratado de asistencia legal mutua, impulsada en parte por el Congreso, muestra que Washington tenía algún interés genuino en los problemas de drogas de Panamá. Pero su interés era, en el mejor de los casos, ambivalente.
De hecho, el patrocinio del gobierno de Endara por parte de la administración Bush fue profundamente cínico, dado que muchos de sus miembros tenían vínculos de larga data con bancos de lavado de dinero. Estas conexiones no eran ningún secreto; la administración simplemente decidió ignorarlos. Aparentemente, prevaleció sobre esa cuestión el elenco confiablemente pro-estadounidense del nuevo gobierno, que Washington tenía todas las esperanzas de que sería más dócil que Noriega en una variedad de temas.
“¿Estados Unidos expulsó a un presunto compinche de los traficantes de drogas y lo reemplazó por otro?” Una revista de noticias estadounidense finalmente planteó esa pregunta dos años después del derrocamiento de Noriega. Reveló que la misma pregunta había surgido mucho antes en Washington: “Antes de la Operación Causa Justa en diciembre de 1989, un alto funcionario estadounidense expresó su preocupación a Endara de que algunos de sus negocios pudieran haber involucrado drogas y que 'la apariencia de cualquier asociación con las drogas' Sería perjudicial.' Pero este funcionario quedó satisfecho con las explicaciones de Endara y recién a principios de 1990 la DEA planteó el asunto Falcón-Magluta”.[lxxxvi]
El apoyo de Estados Unidos al gobierno de Endara agravó el mismo cinismo creado por el apoyo anterior de Washington a Noriega. Richard Gregorie, el ex fiscal federal adjunto que presentó la acusación en Miami contra Noriega, dijo que “Endara podría haber sabido, junto con media docena más” sobre el verdadero propósito de las compañías fantasma Falcon-Magluta. "Pero no lo implementaremos porque va en contra de los dictados del Departamento de Estado".[lxxxvii]
Una vez instalados en el poder por Washington, los líderes corruptos de Panamá no podían ser desacreditados sin desacreditar la operación militar emprendida por la administración Bush en nombre de la justicia y la democracia.
Sin embargo, más inquietante que tales reacciones en Estados Unidos fue el sentimiento de traición que sintieron muchos opositores al régimen de Noriega que habían arriesgado sus medios de vida e incluso sus vidas por la causa de la democracia y el Estado de derecho. Cuando se revelaron los turbios vínculos del nuevo gobierno y este atacó a los periodistas que se atrevieron a exponer la verdad, algunos de esos críticos se preguntaron si su justa causa había sido secuestrada.
Un nuevo chiste amargo comenzó a circular en Panamá, recitado por periodistas y académicos. De los estadounidenses decía: "Se llevaron a Ali Baba y nos dejaron con los 40 ladrones".[lxxxviii]
Jonathan Marshall, académico independiente, es autor de numerosos artículos y libros sobre el tráfico internacional de drogas, entre ellos La conexión libanesa: corrupción, guerra civil y tráfico internacional de drogas (Stanford: Stanford University Press, 2012) y, con Peter Dale Scott, Política de cocaína: drogas, ejércitos y la CIA en Centroamérica (Berkeley: University of California Press, 1991 y 1998). [Marshall agradece a John Dinges, William O. Walker III, Peter Dale Scott y Matthew Pembleton por comentar un borrador anterior de este artículo.]
[i] Como observó el ex Secretario de Estado James Baker: “Al romper con la mentalidad del pueblo estadounidense sobre el uso de la fuerza en la era posterior a Vietnam, Panamá estableció un predicado emocional que nos permitió generar el apoyo público tan esencial para el éxito de la Operación Tormenta del Desierto unos trece meses después”. James Baker y Thomas DeFrank, La política de la diplomacia: revolución, guerra y paz, 1989-1992 (Nueva York: GP Putnam's Sons, 1995), 194; cf. William O. Walker III, Seguridad nacional y valores fundamentales en la historia estadounidense (Nueva York: Cambridge University Press, 2009), 219. La fuerza de invasión de Panamá totalizó casi 28,000 soldados estadounidenses, cuatro veces el número desplegado en Granada en 1983.
[ii] La “guerra contra las drogas” se basó en la Directiva de Decisión de Seguridad Nacional (NSDD) 221 de la administración Reagan, emitida en abril de 1986, que declaró a las drogas una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos y autorizó al ejército estadounidense a proporcionar entrenamiento, asistencia y apoyo antinarcóticos. inteligencia (http://www.fas.org/irp/offdocs/nsdd/nsdd-221.pdf, consultado el 27 de mayo de 2013). Estuvo acompañado de pronunciamientos militantes del presidente Reagan; véase William N. Ellwood, Retórica en la guerra contra las drogas: los triunfos y tragedias de las relaciones públicas (Westport, CT: Greenwood, 1994), 26-32. En agosto de 1989, el presidente Bush aprobó la NSDD 18, que autorizaba ayuda militar adicional y operaciones limitadas de tipo contrainsurgente, y otorgaba al ejército estadounidense más autoridad legal para operar en el extranjero en calidad de fuerzas del orden. Véase William L. Marcy, La política de la cocaína: cómo la política exterior de Estados Unidos ha creado una próspera industria farmacéutica en América Central y del Sur (Chicago: Lawrence Hill Books, 2010), 136-140.
[iii] Los relatos que mencionan problemas de drogas en el Panamá post-Noriega incluyen a Luis E. Murillo, El lío de Noriega: las drogas, el canal y por qué Estados Unidos invadió (Berkeley: Video*Books, 1995), 838-841; Christina Jacqueline Johns y P. Ward Johnson, Crimen de Estado, medios de comunicación y la invasión de Panamá (Westport, CT: Praeger, 1994), 98-102; La Comisión Independiente de Investigación sobre la Invasión Estadounidense de Panamá, La invasión estadounidense a Panamá: la verdad detrás de la operación “Causa Justa” (Boston: South End Press, 1991), 57-59; y Tom Barry, et al., Dentro de Panamá (Albuquerque: Resource Center Press, 1995), 22. La mayoría de las historias dicen poco o nada sobre estos temas, incluido Robert C. Harding, La Historia de Panamá (Westport Connecticut: Greenwood Press, 2006); Michael Conniff, Panamá y Estados Unidos: La Alianza Forzada (Atenas, Georgia: University of Georgia Press, 2001); Orlando J. Pérez, ed., Panamá Post-Invasión: Los Desafíos de la Democratización en el Nuevo Orden Mundial (Lanham, MD: Lexington Books, 2000); Eva Loser, ed., C.Resolución de conflictos y democratización en Panamá; Implicaciones para la política estadounidense (Washington, DC: Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, 1992); y Richard L. Millett, “Las consecuencias de la intervención: Panamá 1990”, Revista de Estudios Interamericanos y Asuntos Mundiales 32 (primavera de 1990), 1-15.
[iv] John Lindsay Polonia hace prácticamente lo mismo sobre los medios de comunicación en Emperadores en la jungla: la historia oculta de los Estados Unidos en Panamá (Prensa de la Universidad de Duke, 2003), 122. Dicho esto, hubo muchas excepciones importantes y agradezco a los diligentes periodistas cuyo trabajo cito.
[V] Utilizo el término “cártel” de manera vaga, como lo ha hecho la Agencia Antidrogas (DEA) y los medios de comunicación, para referirme a los colaboradores cercanos de Pablo Escobar, la familia Ochoa y José Gonzalo Rodríguez Gacha (Cártel de Medellín), y de Gilberto Rodríguez Orejuela y José Santacruz Londoño (Cártel Calí). El tráfico mundial de drogas nunca se ha parecido a un verdadero cártel económico.
[VI] Steve Alberto, El caso contra el general (Nueva York: Charles Scribner's Sons, 1993), 348. Su régimen publicó copias de cartas oficiales de la administración Reagan agradeciendo a Noriega por su cooperación en Panamá: 16 años de lucha contra el narcotráfico (Panamá: Editora Renovación, 1988).
[Vii] Informe del personal de febrero de 1985, citado en Albert, El caso contra el general, 13.
[Viii] Congreso de los Estados Unidos, Cámara de Representantes, Comité Selecto sobre Abuso y Control de Narcóticos, audiencia, Política exterior de Estados Unidos y control internacional de narcóticos – Parte II (Washington: Imprenta del Gobierno de EE. UU., 1988), 11, 31.
[Ex] El Nuevo Herald, 13 de marzo de 1985; Robert E. Powis, Los blanqueadores de dinero: lecciones de la guerra contra las drogas Cómo se lavan miles de millones de dólares ilegales a través de bancos y empresas (Chicago: Probus, 1992), 121; Reuters, 11 de febrero de 1992; Alberto, El caso contra el general, 368; Ron Chepesiuk, La bala o el soborno: acabar con el cartel de la droga de Cali en Colombia (Westport: Greenwood, 2003), 104.
[X] “Drogas: pescando peces gordos” Hora, 18 de mayo de 1987; Sun-Sentinel (Sur de Florida), 7 de mayo de 1987; Houston Chronicle, 7 de mayo de 1987; Los Angeles Times, 7 de mayo de 1987 y 1 de octubre de 1987.
[Xi] Los Angeles Times, 2 de abril de 1988; Comité de Asignaciones de la Cámara de Representantes, Subcomité, audiencias, Departamentos de Comercio, Justicia y Estado, Poder Judicial y Agencias Relacionadas Asignaciones para 1989, Parte 6, 20. Para más información sobre la cooperación de Panamá, ver Los Angeles Times, 7 de mayo de 1987, y John Dinges, Nuestro hombre en panamá (Nueva York: Random House, 1990), 257.
[Xii] Wall Street Journal, 7 de agosto de 1987.
[Xiii] Dinges, Nuestro hombre en panamá, 203.
[Xiv] Informe semanal de América Latina, 8 de enero de 1987; Inforpress Centroamericana, 21 Mayo 1987.
[Xv] Informe Regional de América Latina, 11 junio 1987.
[Xvi] Inforpress Centroamericana, 21 Mayo 1987.
[Xvii] Los Angeles Times, 1 de julio de 1987 (reimpresión Newsday); Wall Street Journal, 7 de agosto de 1987; New York Times, 10 de agosto de 1987; Televisión Intravisión de Bogotá, 31 de julio de 1987.
[Xviii] Buckley Panamá, 78-101; Federico Kempe, Divorciarse del dictador: el fallido asunto de Estados Unidos con Noriega (Nueva York: GP Putnam's Sons, 1990), 213-26; Dinges, Nuestro Hombre en Panamá, 262-270. Las protestas fueron motivadas por una variedad de preocupaciones genuinas, desde la manipulación de las elecciones por parte de Noriega hasta su presunto papel en el asesinato del oponente político Hugo Spadafora. Con el apoyo de varios sectores de la sociedad, fueron organizados por líderes de la comunidad empresarial y financiera bajo el paraguas de la Cruzada Cívica Nacional, que tenía su sede en la Cámara de Comercio. Véase ACAN-EFE, 15 de junio de 1987; Informe Centroamérica, 19 de junio de 1987. Noriega reaccionó declarando el estado de emergencia, suspendiendo partes de la constitución, imponiendo censura de prensa y usando la fuerza contra los alborotadores. Ver El Nuevo Herald, 21 de junio de 1987; Visión, 13 July 1987.
[Xix] Rensellaer Lee, El laberinto blanco: cocaína y poder político (Nuevo Brunswick: Transacción, 1989), 183.
[Xx] kempe, Divorciarse del dictador, 3-4.
[xxi] A cambio del testimonio, los ansiosos fiscales estadounidenses incluso acordaron reducir en nueve años la sentencia de un traficante de Cali no relacionado con él, hermano de uno de los principales líderes de ese cártel. Ver El Correo de Washington, 4 y 48 de noviembre de 1995 y 5 de marzo de 1996; Tiempos de san petersburgo, 10 de marzo de 1996; Associated Press, 27 de marzo de 1996; “¿Un trato demasiado bueno? El Caso Noriega”, Economist, 9 de marzo de 1996; William C. Rempel, En la mesa del diablo: la historia no contada del informante que derribó al Cartel de Cali (Nueva York: Random House, 2011), 67-70. Aunque un tribunal federal de apelaciones se negó a ordenar un nuevo juicio para Noriega, criticó al gobierno por parecer "haber estado cerca de la línea de la ceguera voluntaria" en su afán por obtener una condena. Véase Estados Unidos de América contra Manuel Antonio Noriega, casos 92-4687 y 96-4471, Tribunal de Apelaciones de Estados Unidos, Undécimo Circuito, 7 de julio de 1997. Para otras dudas sobre el testimonio de Ricardo Bilonick, véase Newsday14 de febrero de 1992.
En cuanto al cartel de Medellín, un piloto de uno de sus mayores contrabandistas, Carlos Lehder, recordó: “A Carlos nunca le gustó Noriega. Nunca confió en este tipo”. El mismo testigo describió la reacción de Pablo Escobar después de que Noriega aprobara la redada en un laboratorio de cocaína en mayo de 1984: “Simplemente estaba realmente fuera de sintonía con Noriega. Él estaba como, 'Este tipo está muerto'. Pase lo que pase, él está muerto'”. Ver Primera línea entrevista a Fernando Arenas (2000), en http://www.pbs.org/wgbh/pages/frontline/shows/drugs/interviews/arenas.html (accedió a 3 de marzo a 2012).
[xxii] Jonathan Easley, “El día que realmente comenzó la guerra contra las drogas”, Salon.com, 19 de junio de 2011 en http://www.salon.com/2011/06/19/len_bias_cocaine_tragedy_still_affecting_us_drug_law/ (consultado el 4 de marzo de 2012); marcy, La política de la cocaína, 84-6. En dos años, casi la mitad de los estadounidenses encuestados en un Nuevo Tiempos de york/La encuesta de CBS News clasificó el tráfico de drogas como el problema internacional más importante (Reuters, 10 de abril de 1988). A finales de 1989, los estadounidenses encuestados por Gallup citaron las drogas como “el problema más importante que enfrenta este país hoy” por un margen completo de diez puntos porcentuales. Véase Michael R. Hathaway, “The Role of Drugs in the US Panamanian Relationship”, en Bruce W. Watson y Peter G. Tsouras, eds., Operación Causa Justa: La intervención de Estados Unidos en Panamá (Boulder, Colorado: Westview Press, 1991), 36.
[xxiii] kempe, Divorciarse del dictador, 176-177.
[xxiv] Sobre el cálculo político interno de Bush, véase Steve C. Ropp, “The Bush Administration and the Invasion of Panama: Explicando la elección y el momento de la opción militar”, en John D. Martz, ed., Política de Estados Unidos en América Latina (Lincoln, Nebraska: University of Nebraska Press, 1995), 92; Richard L. Millett, “Panamá y Haití”, en Jeremy R. Azrael y Emil A. Payin, eds., Políticas de Estados Unidos y Rusia con respecto al uso de la fuerza (Santa Mónica: RAND, 1996), 158-159; y Frederick Kempe, “The Panama Debacle”, en Loser, ed., C.Resolución de conflictos y democratización en Panamá, 2-3, 14.
[xxv] New York Times, 4 de enero de 1990. La Asamblea General de las Naciones Unidas votó 75 a 20 para condenar la invasión. El gobierno mexicano afirmó: “La lucha contra los crímenes internacionales no puede ser motivo de intervención en una nación soberana”. Véase Alan R. Goldman y E. Maria Biggers, “The International Implications”, en Watson y Tsouras, eds., Operación Causa Justa, 182; cf. Margarita Scranton, Los años de Noriega: relaciones entre Estados Unidos y Panamá, 1981-1990 (Boulder, Colorado: Lynne Rienner, 1991), 207-208.
[xxvi] San Francisco Chronicle, 16 July 1991.
[xxvii] Declaración Estados Unidos-Panamá, AP, 20 de diciembre de 1989.
[xxviii] AP, 23 de abril de 1989 y 11 de mayo de 1989; Charles D. Ameringer, Partidos políticos de las Américas, 1980 a 1990: Canadá, América Latina y las Indias Occidentales (Westport, CT: Greenwood, 1992), 478. Basado en la población estimada de Panamá de 2.4 millones en 1989, el financiamiento proporcional de campaña en los Estados Unidos habría excedido los mil millones de dólares.
[xxix] Sobre el arresto de Carlos Eleta Almarán como parte de una conspiración de 300 millones de dólares para importar cocaína, ver diario de atlanta, 7, 8, 11, 12 y 13 de abril de 1989. Sobre la operación de la CIA utilizando Eleta, véase New York Times, 14 de enero de 1990. Los fiscales federales retiraron los cargos contra Eleta poco después del derrocamiento de Noriega (diario de atlanta, 2 y 23 de febrero de 1990).
[xxx] Reuters, 9 de abril de 1989.
[xxxi] Buckley Panamá, 241; St. Louis Post-Dispatch, 1 de mayo de 1990; Boston Globe, 11 de julio de 1990. El saqueo se debió en parte a la actitud desdeñosa de la administración Bush hacia la planificación de posguerra, que presagiaba el caos desatado por la Operación Libertad Iraquí en 2003. Sobre la debacle de la planificación, véase Richard H. Shultz, Jr., Después de la guerra: el apoyo de Estados Unidos a la reconstrucción y construcción de la nación en Panamá siguiendo una causa justa (Base de la Fuerza Aérea Maxwell, AL: Air University Press, 1993), 3, 16-21, 28, 63, 70; y Thomas Donnelly, Margaret Roth y Caleb Baker, Operación Causa Justa: El asalto a Panamá (Nueva York: Lexington Books, 1991), 375-379.
[xxxii] Wall Street Journal, 3 de enero de 1990. Posteriormente, el Fiscal General Rogelio Cruz congeló unas 200 cuentas, pero todas estaban asociadas con colegas de Noriega. Ver El Nuevo Herald, 18 de enero de 1990.
[xxxiii] New York Times, 11 de enero de 1990; Los Angeles Times, 11 de enero de 1990; La Prensa, 11 de enero de 1990.
[xxxiv] Houston Chronicle, 11 de enero de 1990.
[xxxv] Associated Press, 11 de enero de 1990; ver también El Nuevo Herald, 18 de enero de 1990.
[xxxvi] Wall Street Journal, 17 de abril de 1986; El Nuevo Herald, 6 de agosto de 1984; Las noticias de Panamá, 20 de marzo de 2011; entrevista con el fiscal estadounidense David Cassidy, 7 de agosto de 1987; entrevista con Roberto Eisenmann, 21 de septiembre de 1987. No hay evidencia de que Ford o Rodríguez conocieran este lavado de dinero, y ninguno de los dos enfrentó cargos penales por ello.
[xxxvii] El Nuevo Herald, 5 y 6 de enero de 1990 y 13 de febrero de 1990. A pesar de lo embarazoso de estas conexiones, el lavado de dinero aún no era un delito federal en los Estados Unidos a principios de los años 1980, y mucho menos en Panamá.
[xxxviii] Dow Jones, 26 de enero de 1990; Houston Chronicle, 30 de enero de 1990.
[xxxix] Los Angeles Times1 de febrero de 1990.
[SG] Entrevista con Greg Passic, 13 de abril de 2012.
[xli] Entre los primeros relatos de este tipo que aparecieron en Oakland Tribune, 5 y 22 de enero de 1990.
[xlii] Boston Globe, 5 de febrero de 1990. El presidente del Banco First Interamericas era Jaime Arias Calderón, hermano del Primer Vicepresidente de Edara (La República, 5 de diciembre de 1988).
[xliii] New York Times, 6 de febrero de 1990. Endara calificó el artículo de “muy injusto” y dijo que si bien era miembro del directorio del Banco Interoceánico desde 1972, no tenía capacidad operativa y no estaba relacionado “con ningún delito y mucho menos (a) las drogas”. ACAN-EFE, 16 de febrero de 1990. Endara dimitió del consejo el 31 de mayo de 1990 (El Panamá América, 26 de octubre de 1990).
[xliv] Tulsa World, 2 marzo 1990.
[xlv] St. Louis Post-Dispatch, 1 de mayo de 1990; ACAN-EFE, 19 de junio de 1990. Sólo una semana después de defender la frágil democracia de Panamá, se decía que la administración Bush estaba “recurriendo al ejército de Guatemala para promover la estabilidad económica y política” mientras daba la espalda a su gobierno civil. Se informó que la CIA estaba “tratando de hacerse cargo de la guerra contra las drogas” subsidiando la inteligencia del ejército, la misma institución que fue el trampolín para que Noriega llegara al poder, a pesar de que los militares estaban implicados en el tráfico de drogas y vinculados a escuadrones de la muerte. Un diplomático europeo dijo, sin aparente ironía, “ellos [Estados Unidos] están recurriendo al ejército como la única institución capaz de evitar que este lugar se convierta en otro Panamá”. Los Angeles Times, 7 Mayo 1990.
[xlvi] Boston Globe, 11 July 1990.
[xlvii] New York Times, 21 de agosto de 1990.
[xlviii] Chicago Tribune17 de febrero de 1991.
[xlix] Christian Science Monitor, 11 de octubre de 1990.
[l] El Siglo,10 Mayo de 1990; La Prensa, 10 de junio de 1990. Sobre la corrupción de las bases de la Policía Técnica Judicial de Panamá, ver Boston Globe, 18 de diciembre de 1990. El director de la fuerza, capitán Leslie Loiza, se quejó de que “quedan manzanas podridas en la institución” y dijo que la ley le impedía investigar los supuestos vínculos de Cruz con el cartel de Cali. Ver El Diario Independiente, 28 de febrero de 1991. Al año siguiente, el Fiscal General Cruz supuestamente bloqueó un intento de despedir a 16 miembros de la policía por vínculos con narcotraficantes (El Correo de Washington, 28 de noviembre de 1992; La Prensa, 18 de noviembre de 1992).
[li] Chicago Tribune, 7 de octubre de 1990; Crítica Libre, 27 de junio de 1990. Para posteriores fugas de prisión por parte de destacados agentes del Cartel de Medellín, véase DPA [Agencia de Prensa Alemana], 22 de febrero de 1991.
[lii] Reuters, 6 de septiembre de 1990.
[liii] El Siglo, 23 de agosto de 1990; La Prensa, 9 de octubre de 1990.
[liv] Baltimore Sun, 23 de octubre de 1990; Independiente, 24 de octubre de 1990; Informe Semanal Latinoamericano, 8 de noviembre de 1990. Greg Passic, de la DEA, confirmó que informó a Cruz sobre las cuentas bancarias de Rodríguez Gacha, basándose en información capturada por la policía colombiana, sin éxito (entrevista de Passic, 13 de abril de 2012). Endara dijo que sus participaciones en el banco ascendían a sólo dos acciones por valor de 200 dólares, no el dos por ciento como se informó. Véase Circuito RPC Televisión (Ciudad de Panamá), 25 de octubre de 1990.
[lv] Marc Cooper, "Igual que siempre" Village Voice, 28 de mayo de 1991. Fernández Espina negó cualquier irregularidad en el préstamo de 3 millones de dólares que uno de sus hoteles recibió de Interbanco. Vea su carta al El Correo de Washington, 12 de agosto de 1991.
[lvi] Cooper “igual que siempre fue.” Para declaraciones similares del presidente del Colegio Nacional de Abogados de Panamá, ver El Panamá América, 26 de octubre de 1990.
[lvii] Baltimore Sun, 28 de octubre de 1990. Véase también New York Times, 22 de octubre de 1990; Christian Science Monitor, 20 de noviembre de 1990. Un diplomático europeo calificó esos arrebatos como “quizás el mejor espectáculo de la ciudad. Es como encontrarse inesperadamente con una pareja casada en medio de una pelea por sexo. Sabes que es de mala educación quedarte, pero no puedes irte”. Los Angeles Times, 27 de diciembre de 1990.
[lviii] San Diego Union-Tribune, 30 de noviembre de 1990.
[lix] Reuters, 6 de noviembre de 1990; El Siglo, 6, 7 y 9 de noviembre de 1990; Crítica Libre, 7 de noviembre de 1990; El Panamá América, 7 de noviembre de 1990; La Prensa, 7 de noviembre de 1990.
[lx] ACAN-EFE, 31 de octubre de 1990; La Prensa, 8 de noviembre de 1990; Informe Semanal Latinoamericano, 15 de noviembre y 6 de diciembre de 1990. Tras una investigación, la comisión decidió liquidar el banco. Ver Independiente, 27 de diciembre de 1990.
[lxi] Wall Street Journal, 19 de diciembre de 1990. Endara y otros críticos del tratado insistieron en que apoyaban la lucha contra el lavado de dinero del narcotráfico, pero no contra la evasión fiscal o el tráfico de información privilegiada. Ver La Prensa, 30 de octubre de 1990; El Diario Independiente, 2 de noviembre de 1990; La Prensa, 8 de noviembre de 1990.
[lxii] New York Times11 de febrero de 1991.
[lxiii] Independiente, 8 de mayo de 1991. El asesor jurídico del Ministerio de Relaciones Exteriores, Julio Berríos, renunció en abril, justo cuando finalmente se firmaba el tratado.
[lxiv] Departamento de Estado de EE. UU., Oficina de Asuntos Internacionales de Narcóticos, Informe sobre la estrategia internacional de control de estupefacientes, marzo de 1991, 171-172, 372-373. La Oficina de Contaduría General llegó a muchas de las mismas conclusiones unos meses después, citando la opinión informada de un agente de la DEA de que “el tráfico puede haberse duplicado desde la Operación Causa Justa”. Oficina de Contabilidad General de Estados Unidos, Informe al Presidente, Comité Selecto sobre Abuso y Control de Narcóticos, Cámara de Representantes, “The War on Drugs: Narcotics Control Efforts in Panama”, GAO/NSIAD-91-233, julio de 1991.
[lxv] El Correo de Washington, 18 de abril de 1991.
[lxvi] Chicago Tribune, 25 de abril de 1991.
[lxvii] Los fiscales del caso de Miami acusaron a Falcón y Magluta de importar 75 toneladas de cocaína y ganar más de 2 millones de dólares. El abogado de los dos acusados, Frank Rubino, también representaba a Manuel Noriega en ese momento y, por tanto, tenía motivos para menospreciar a Endara. Véase Circuito RPC Televisión (Ciudad de Panamá), 4 de abril de 1991; El Siglo, 5 de abril de 1991; La Estrella de Panamá, 7 de abril de 1991; Examinador de San Francisco, 9 de abril de 1991; San Francisco Chronicle, 24 de diciembre de 1991; Linda Robinson, "La conexión de Panamá", US News y World Report, 9 de diciembre de 1991, 37-40; Jim DeFede, "Falcón y Magluta", Miami New Times, 12 de febrero de 1992. Según un relato, la declaración jurada confidencial de la DEA no fue filtrada por la embajada de Estados Unidos, sino por la oficina del fiscal general en Panamá. Ver El Panamá América, 9 de abril de 1991. Posteriormente, según se informa, celosos agentes de la DEA detuvieron e interrogaron al socio legal de Endara, Hernán Delgado, en la Base de la Fuerza Aérea Howard, hasta que el embajador Hinton intervino en su favor. Ver El Clarín Nacional, 5 de septiembre de 1991.
[lxviii] El Siglo, 5 de abril de 1991; DPA, 12 de abril de 1991.
[lxix] El Siglo, 11 de abril de 1990; San Francisco Chronicle, 24 de diciembre de 1991.
[lxx] Reuters, 11 de abril de 1991; Associated Press, 2 de abril de 1991; New York Times, 3 de abril de 1991; Los Angeles Times, 28 de abril de 1991.
[lxxi] Reuters, 11 de abril de 1991. Para más detalles sobre el pacto, véase “Tratado con Estados Unidos firmado a medida que el lavado aumenta nuevamente”. Alerta de Lavado de Dinero, 2 (junio de 1991), 7. Irónicamente, el senador Jesse Helms demoró la ratificación del tratado en el Senado de los EE.UU. durante más de dos años y medio, afirmando que daría a los funcionarios panameños corruptos el derecho a ver información confidencial de los EE.UU. documentos (San Francisco Chronicle, 5 de febrero de 1994).
[lxxii] Chicago Tribune, 26 Mayo 1991.
[lxxiii] James Henry, “Panamá: negocios sucios como de costumbre”, El Correo de Washington, 28 July 1991.
[lxxiv] diario 16 (Madrid), 18 y 19 de agosto de 1991; El Siglo, 23 Mayo 1991.
[lxxv] Miguel Antonio Bernal, “Panamá después de la caída es un estado de agitación”, San Francisco Chronicle, 20 July 1991.
[lxxvi] Kenneth Sharpe, “Estados Unidos está perdiendo la guerra contra las drogas en Panamá”, Chicago Tribune, 19 de diciembre de 1991. Aunque esa estimación probablemente estaba inflada, en julio de 1992 la aduana estadounidense confiscó 5.3 toneladas de cocaína que habían sido envasadas en Panamá (Dallas Morning News, 28 de octubre de 1992). La policía panameña confiscó unas 20 toneladas de cocaína en 1992, varias veces el total de toda la década de 1980 (AP, 1 de febrero de 1993).
[lxxvii] Comunicado de prensa del 26 de diciembre de 1991, citado en Los Angeles Times, 12 1992 junio.
[lxxviii] San Diego Union-Tribune, 12 de abril de 1992.
[lxxix] Agence France Presse, 24 de diciembre de 1992; El Correo de Washington, 28 de noviembre de 1992; El Siglo, 12 y 31 de octubre de 1992, 5 y 9 de noviembre de 1992 y 24 de abril de 1996; El Panamá América, 1 de noviembre de 1992; La Prensa, 8 de noviembre de 1992; Reuters, 28 de octubre de 1993; Wall Street Journal, 10 de julio de 1997; Departamento de Estado de EE. UU., Oficina de Asuntos Internacionales de Narcóticos, Informe sobre la estrategia internacional de control de estupefacientes, abril de 1993, en http://dosfan.lib.uic.edu/ERC/law/INC/1993/03.html (consultado el 14 de marzo de 2012). Otros funcionarios que fueron investigados después de Cruz por delitos relacionados con las drogas incluyeron al director de la academia de policía de Panamá (La Prensa, 15 de abril de 1993) y el ex jefe de la Oficina de Aduanas de Panamá, quien fue acusado de robar 1.8 millones de dólares en efectivo incautado de drogas (El Correo de Washington, 20 de septiembre de 1993).
[lxxx] Associated Press, 1 de febrero de 1993.
[lxxxi] Cathy Booth, "El día del juicio final", Hora, 26 de agosto de 1991, pág. 18.
[lxxxii] Departamento del Tesoro, Financial Crimes Enforcement Network, “Transactions Involving Panama”, Aviso 23, julio de 2000, en http://www.fincen.gov/news_room/rp/advisory/html/advis23.html (consultado el 22 de junio de 2013).
[lxxxiii] Citas del Departamento de Estado, Oficina de Asuntos Internacionales sobre Narcóticos y Aplicación de la Ley, Informe sobre la estrategia internacional de control de estupefacientes, marzo de 2013, tomos I y II (http://www.state.gov/j/inl/rls/nrcrpt/2013/vol1/204051.htm#Panama e http://www.state.gov/j/inl/rls/nrcrpt/2013/vol2/204067.htm#Panama (consultado el 22 de junio de 2013). Sobre la corrupción durante el período 2004 a 2011, véase Carrie Burggraf, “The US Whitewashes Panama's Fatal Flaws to Champion Their Free Trade Agreement”, 25 de agosto de 2011, en http://www.coha.org/the-u-s-whitewashes-panamas-fatal-flaws-to-champion-their-free-trade-agreement/ (consultado el 20 de junio de 2012). Para obtener una recopilación de noticias recientes sobre el floreciente tráfico de drogas en Panamá, visite http://www.panama-guide.com/index.php?topic=drugs.
[lxxxiii] Véase, por ejemplo, Michael Kenney., De Pablo a Osama: tráfico y redes terroristas, burocracias gubernamentales y adaptación competitiva (University Park, PA: Penn State Press, 2007), 88-90.
[lxxxv] Seattle Times, 9 de enero de 1990.
[lxxxvi] Robinson, “The Panama Connection”, 38. Sobre las preocupaciones de Estados Unidos sobre el Fiscal General Cruz antes de la invasión, véase El Correo de Washington, 2 de noviembre de 1992.
[lxxxvii] Robinson, “La conexión de Panamá”, 40.
[lxxxviii] Para ejemplos, ver Agence France-Presse, 26 de agosto de 1991; San Francisco Chronicle, 24 de diciembre de 1991; Alma Guillermoprieto, “Carta desde Panamá”, Neoyorquino, 17 de agosto de 1992, pág. 62; Los Angeles Times, 18 de octubre de 1993. En la versión cinematográfica de la novela de John Le Carré El sastre de Panamá, Harry Pendel dice: “Cuando Bush entró y sacó a Ali Baba, dejó a los 40 ladrones” Ver http://www.imdb.com/title/tt0236784/quotes (accedió a 17 de marzo a 2012).
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